-Patronio, tengo un problema, porque yo creo que soy mucho más importante en mi familia que mi hermana menor, a la cual, día tras día, la llenan de alabanzas y buen trato. Yo soy quien trabaja y se esfuerza en la familia para que no nos falte de nada nunca, porque, como ya sabes, mi padre anda muy mayor ya y no puede trabajar más aunque lo intente.
Yo soy el que siempre lleva el dinero, para que tengan algo que llevarse a la boca y ella, mi hermana menor, es siempre a la que mejor tratan, y ya estoy harto de que ocurra eso.
Patronio se dió cuenta de que Lucanor, iba a ir por el mal camino, el de la envidia y el odio y así decidió contarle una pequeña historia para que entrase de una vez en razón.
-Lucanor, querido amigo, quiero contarte una pequeña historia…
“Había un perrito que era muy adorable y que siempre estaba lamiendo y dando mimos para que, de ese modo, su dueña lo quisiera. El perro era tan faldero, que, a parte de a su dueña, a todo el mundo que entraba en la casa le hacía lo mismo, de modo, que todo el pueblo lo quería y les encantaba. Pero, el pobre burro, pensaba que él era más importante, ya que, siempre cargaba mucho peso en su cuerpo más que a sus dueños nos les faltara de nada y pudieran vivir bien, de modo que pensó que él también se merecía los mismos mimos y cuidados que le daban al perro.
Esa noche el burro, entró en la casa para hacer todo lo que el perro hacía, pero, cuando entró y posó sus patas encima de la señora, ella comenzó a gritar como una loca.
Todo el mundo entró en su casa y comenzaron a pegarle al burro hasta matarlo.”
Fíjate bien Lucanor que, aunque la intención del burro no era mala, lo mataron por miedo, y, porque no es lo mismo un papel que otro en el hogar.
El conde Lucanor, satisfecho, pensó que él, Patronio, era un buen amigo y que tenía toda la razón del mundo.
Su hermana era pequeña y el hombre que debía cuidarla y trabajar.
Don Juan pensó que era buen cuento, y así lo plasmó en este papel.
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